Experiencias en Tierra Santa

Nerea Viguri (Peregrinación de 2019)

Contar la experiencia en Tierra Santa es una labor difícil, piensas en otro viaje más, cómo cualquiera que haces a un país diferente al tuyo, un país con una connotación diferente, por su historia, por su cultura, por la lucha de sus pueblos por aparecer en el mapa con su identidad, por los que se les niega su tierra y por un montón de cosas que oyes más allá de sus fronteras en las que te avisan de que puedes correr peligro por viajar a este lugar. Y nada más lejos de la realidad. Te encuentras un país hermoso y acogedor, lleno de culturas y religiones y con un sentimiento que te pone los pelos de punta.

El peregrinaje por cada lugar donde Jesús estuvo se siente, te emocionas con cada paso vivido, los lugares donde todo transcurrió, de donde nació nuestra fe. Hay algo en el ambiente que te traslada a su época. De repente se te caen las lágrimas al hacerlo tan presente, al recordarlo con las oraciones en los sitios más emocionantes de Tierra Santa. Tu fe se refuerza y cobra todo otra dimensión.

 

No olvido ni por un instante al grupo, es fundamental, hay una generosidad, una complicidad y una solidaridad brutal. Todos somos uno, porque a todos nos une nuestra fe, nuestra saber que siempre podemos hacer un mundo más bonito con las enseñanzas que el nos dejo. 

 

Lo vivido es inolvidable, es difícil poder poner palabras, Tierra Santa se siente, jamas deja indiferente.


Elisa Villar (Peregrinación de 2018)

Me encantó el mogollón de gente que había en Jerusalén, gente de todos los países y razas.  Yo vi un Dios vivo, resucitado, capaz de mover a tanta gente tras de Él y su mensaje.

 

Y en la Eucaristía, con los palestinos árabes, me sentí super a gusto: distintas gentes, pero un solo corazón y un mismo sentir, unidos todos en torno a la mesa eucarística.

  

Shalom


Teodoro Barriuso (Peregrinación de 2018)

El lado humano de Jesús

 

Cuando he leído el testimonio de Salvador, me he visto identificado con él. Yo también he soñado desde pequeño en ir a Tierra Santa. Pero pensaba que ya lo sabía prácticamente todo de Jesús.

Podría estar horas escribiendo, porque la peregrinación ha sido rica en muchas dimensiones, y me ha hecho comprender lo ignorante que soy. Pero voy a centrarme en lo que más me ha impactado:

Siempre he imaginado a Jesús sólo como Dios. Y me costaba verlo como hombre. A diferencia de los discípulos de su tiempo, que no se lo imaginaban como Dios, a mí, desde mis más remotos recuerdos, siempre he pensado que no podía sufrir porque era Dios. Creía que Jesús jugaba con ventaja. Y que hacía todo sin esfuerzo como Dios que era.

Ahora, sin embargo, que he pisado los lugares por donde pasó, que he visto dónde predicaba, cómo fue apresado, por dónde cruzaba en barca el lago, dónde fue enterrado…, he descubierto a un Jesús humano que, como tal, eligió nuestra condición con todas las consecuencias. Esa ha sido para mí la experiencia que más me ha impresionado: descubrir el lado humano de Jesús sin olvidar el divino. Animo a todas las personas creyentes o no creyentes a que visiten Tierra Santa. Creo que a nadie dejará indiferente.


Salvador Mármol (Peregrinación de 2018)

Hola, amigos,

El padre Javier nos invita a exponer nuestras percepciones y reflexiones personales del  viaje a Tierra Santa desde la “sensibilidad” de cada uno. Creo que pretende que se exponga y se comparta con los demás, las anécdotas y los sentimientos que hemos vivido en esos lugares santos. 

Yo empezaré dando gracias a Dios por haberme permitido realizar este viaje tan soñado desde hace tiempo. Soy de la opinión que todo seguidor de Jesucristo, debería ir a Tierra Santa, al menos una vez en su vida, y recorrer los lugares donde Jesucristo nació, vivió y fue crucificado. Hasta ahora, siempre me consolaba pensando que, si no podía ir, tampoco pasaba nada, porque Él está en todas partes. 

Una vez realizado este viaje, me pregunto si sabré explicar los momentos más emocionantes que he vivido en Jerusalén, porque entiendo que los sentimientos y las emociones, son difíciles de explicar con palabras. No obstante,  desde la comodidad que me brinda  el sofá de casa, los sentimientos fluyen solos.

Todo empezó después de cuatro intentos para visitar el Calvario y el Santo Sepulcro. La noche del día anterior a nuestro viaje de vuelta, obtengo mi recompensa y, emocionado, atravieso por primera vez la puerta de la basílica del Santo Sepulcro. No me imaginaba que cuando me aproximo al Calvario y meto la mano en el orificio que, se supone, estuvo clavada  la Cruz, me iba a embargar un sentimiento de rabia, tristeza y de culpa, al pensar que, para los cristianos, allí se había sacrificado a la persona más buena, humilde e inocente del mundo. Sumergido en este pensamiento, con mis emociones a flor de piel, me dejo llevar por la muchedumbre camino del Santo Sepulcro. Sin reponerme de esta primera experiencia, y ya en la otra cola humana interminable, noto que mis costillas reclaman mi atención al ser sacudidas por los codazos de unas mujeres etíopes que se abren paso a toda costa. Una integrante de nuestro grupo (perdón por no acordarme de su nombre) viene en mi ayuda y las frena utilizando sus propios métodos, es decir, a codazo limpio…Una vez en la puerta del Sepulcro, inexplicablemente, se hace la calma y todas las personas, incluidas las etíopes, se vuelven modelos de amabilidad y  simpatía. Como consecuencia de ello, me ceden el paso y, feliz, entro presuroso al lugar deseado. De repente percibo que entro en otra dimensión o en otro estado de conciencia: una especie de vibraciones silenciosas envuelven todo el espacio del Sepulcro, generando una inconfundible paz y  tranquilidad de espíritu. Yo diría que estas “vibraciones”, son partículas de Dios que fluyen del AMOR de Jesucristo hacia toda la humanidad para captar sus corazones.

Y veo claro que la única solución de PAZ, radica en el  AMOR entre los seres humanos. Ahí hay que poner nuestro mayor esfuerzo.