"La figura de Jesús, esa era la clave que buscaba"

Asier, 24 años, es un joven de nuestra parroquia, asiduo a las eucaristías. Él nos detalla su encuentro con Jesús: "Si quería ser cristiano, quería que fuese por mí propia decisión, así que intente acercarme al cristianismo como el que no conoce esta religión". "Me leí la Biblia. Tardé un año, pero me la leí entera..." "Algo cuadró dentro de mí, la figura de Jesús".

 

Nací en el seno de una familia cristiana, me bautizaron, fui a un colegio cristiano, hice la catequesis y, finalmente, la primera comunión. Hasta ese punto de mi vida, la religión era tan solo una tradición familiar y comunitaria y, si bien era una niño que por educación creía en la existencia de Dios, tan poco había tenido un momento para plantearme otras opciones. Momento que llegaría posteriormente.

Una vez hecha la comunión, como muchos otros niños cristianos fui perdiendo interés en la religión. Las misas eran aburridas, no entendía nada y además no había tampoco muchos niños. De hecho, no tuve una buena experiencia con los niños que compartieron conmigo catequesis, por lo que tampoco tenía muchas ganas de volver a relacionarme con niños como ellos.

Durante mi adolescencia, podría decirse que no distinguía si era cristiano o agnóstico. Creía en algo, pero tampoco tenía claro si era el Dios cristiano que me habían presentado tantas veces. El caso es que no era una cuestión que me plantease en exceso. Bien es cierto, que en esta etapa de la vida cuestiones como la muerte me atormentaron en ciertas ocasiones y en esos momentos abrazaba lo aprendido de niño.

Fue cuando ya abandonaba esa adolescencia, 19-20 años, el momento en el que nació una inquietud mayor sobre qué era exactamente en lo que creía. Empecé a leer sobre distintas religiones, hable con personas muy distintas sobre esto, me documenté. Estudié magisterio y me interesé mucho por las inteligencias múltiples de Howard Gardner y la inteligencia emocional de Daniel Goleman. En mi cabeza empezó a gestarse una idea que en ocasiones veía refrendada por afirmaciones de autores como los que menciono. Esta idea era la existencia de un tipo de experiencia intermedia entre la emoción y el pensamiento. Una experiencia espiritual que nos hacia entrar en contacto directo con Dios. Una experiencia a penas perceptible ante el estrés de ser humano en el mundo de ahora.

Esa idea ganó fuerza en mi cabeza y podría decirse que mi mente se abrió a la posibilidad de experimentar a Dios en contacto conmigo. Fueron varias la ocasiones en las que tuve la certeza de sentir a Dios a mí lado. Ahora me quedaba descubrir cual era ese Dios.

Sinceramente, la religión cristiana me gustaba, pero no me gustaba como desde niño me habían insistido irremediablemente a que esa fuese la mía. Profundicé en otras religiones y de todas aprendí algo nuevo, pero de igual manera en todas encontré un punto débil que imposibilitaba mi creencia. Solo me quedaba el cristianismo, un cristianismo que había dejado guardado en un armario como el niño que esconde un jersey y que sus padres año tras año piden que se ponga.

Si quería ser cristiano, quería que fuese por mí propia decisión, así que intente acercarme al cristianismo como el que no conoce esta religión. Me leí la Biblia. Tarde un año, pero me la leí entera. Fue una lectura densa en la que, pese a la controversia que puedan generar mis palabras, vi sobrantes muchas partes o puede que no las entendiese. Sin embargo, algo cuadró dentro de mí, la figura de Jesús. Esa era la clave que buscaba. Toda la Biblia cobraba sentido en Jesús.

Leer el Evangelio me abrió mucho los ojos, me cambió por dentro. Como el niño al que un buen maestro enseña, aprendí a perdonar y no guardar rencor, que por un mundo mejor había que ser capaz de asumir los tormentos de la vida, que hay que ir más allá de lo superficial, que todas las personas se merecen una oportunidad… La lista podría seguir páginas y páginas, el caso es que encontré en Jesús a Dios y en Dios a mi guía.

En un viaje junto a mi familia a Tierra Santa conocí a Javier, párroco del Corpus Christi de Bilbao, y hablando con él sobre esto me animó a confirmarme. Conocía todos los sacramentos y del cristianismo este era mi preferido, pues es la decisión adulta de ser seguidor de Jesús, lo cual coincidía plenamente con el camino que había decidido tomar. Preparé mi confirmación y lo recibí.

He de decir que desde ese momento he participado activamente en las distintas actividades que se gestan en la que considero ahora mi parroquia y esto me ha llevado en muchas ocasiones a experimentar aquello que he definido antes como contactar directamente con Dios. He ganado amistades, he aprendido mucho y siento que la Iglesia es ahora mi hogar y, en parte, mi responsabilidad. Pese a sus errores y la ingente tarea de renovación que veo en ella, siento que la Iglesia puede ser un motor de cambio para la sociedad y, como cristiano, me veo en la obligación de aportar mi granito en esa transformación.