Dos homilias y un artículo muy sugerentes

Pizzaballa: "El encuentro no se produce en el sepulcro, sino en el camino"

 

Estimadísimos hermanos y hermanas,¡Que el Señor os dé la paz!

 

La luz de Cristo resucitado ilumina las tinieblas de cada noche. Lo vemos brillar en la llama del cirio pascual, que ha encendido la luz del fuego nuevo. Pero es una luz que no sólo se ve, también se escucha, y lo hemos oído en la Palabra abundante que nos ha ofrecido la liturgia de esta vigilia: tantas luces que iluminan los pasos de nuestra fe.

Hemos escuchado la historia de una larga promesa de vida. La promesa de un Dios que crea el mundo con el propósito especifico de forjar una alianza con el hombre. Partimos de la creación, y luego recorrimos toda la historia que la humanidad ha sido llamada a hacer, para acoger el don de la alianza con Dios y hacerse responsable del don recibido.

Es una historia hecha de elecciones y caídas, que siempre vuelve a empezar y que tiene esta característica: cuando parece acabada, concluida, sin salida por la dureza del corazón de los hombres, vuelve a empezar. Dios interviene y da algo nuevo: da vida, da libertad, da la Ley, da un corazón nuevo. Así vuelve a poner a los hombres en el camino, devuelve la fuerza y esperanza, devuelve al pueblo la certeza de que camina con nosotros, entre nosotros.

 

La muerte de Jesús puede hacernos pensar que, en un determinado momento de la historia, esta promesa sufrió un revés definitivo: Jesús, el cumplimiento de la promesa, el Amén del Padre, fue asesinado y depositado en un sepulcro. Aconteció que Jesús, el que había venido a revelar de nuevo al hombre el amor gratuito del Padre, el que había venido a beneficiar y curar a todos (cf. Hch 10,38), se encontró con la incomprensión y el rechazo de los suyos. Fue traicionado, negado, vendido, entregado, escarnecido, torturado, crucificado, asesinado. Humanamente hablando, su vida terminó en el peor de los fracasos.

Fue traicionado, negado, vendido, entregado, escarnecido, torturado, crucificado, asesinado. Humanamente hablando, su vida terminó en el peor de los fracasos.

En la mañana del primer día después del sábado, las mujeres van al sepulcro, precisamente, con esta triste conciencia en sus corazones. Bien lo dice el evangelista Mateo, con una frase "María de Magdala y la otra María fueron a visitar el sepulcro" (Mt 28,1). De aquella promesa de vida no queda sino un sepulcro, un sepulcro sobre el que se ha hecho rodar una gran piedra (Mt 27,60).

 

Así comienza el Evangelio de esta Vigilia, con un sepulcro al que ir a llorar.

Un poco más adelante, sin embargo, vemos un giro, un cambio repentino de dirección: el Evangelio dice que estas mismas mujeres salen precipitadamente del sepulcro, que no se quedan allí llorando, con tristeza, sino con temor y gran alegría (Mt 28,8) vuelven con los discípulos trayendo un anuncio de vida.

¿Qué pasó, qué causó este vuelco? El texto nos habla de dos elementos: un terremoto y un ángel.

El terremoto, en la revelación, está siempre ligado a las grandes teofanías: en el Sinaí (Ex 19), por ejemplo, cuando Dios se revela, la tierra tiembla. Es un signo del poder de Dios, de su trascendencia, de su fuerza. Pero también sabemos que un terremoto destruye, y hemos visto recientemente qué fuerza destructiva tiene un terremoto. Podríamos decir que también aquí, en la mañana de Pascua, el terremoto destruye: no la vida, sino la muerte y su poder. Y de hecho va acompañada de la presencia de un ángel, vestido de luz, que se acerca al sepulcro, hace rodar la piedra y se sienta sobre ella (Mt 28,2).

La muerte es vencida, y el ángel se sienta sobre ella, porque la domina, porque la tiene en su poder. Ya no es la muerte la que tiene en su poder del cuerpo de Jesús: la puerta del sepulcro, del sehol, ha sido deshecha. Era una puerta pesada, una piedra que pesaba en todos nuestros corazones, pero ahora un ángel se sienta sobre ella.

Los ángeles, en el Evangelio de Mateo, desde el principio, tienen un papel significativo. Pensemos en José... está perturbado por el embarazo de María, y es un ángel que le interpreta los hechos que le están pasando, que le revela a José el significado de ese nacimiento, que dice que ese nacimiento viene de Dios.

Aquí vemos lo mismo: el ángel les revela a las mujeres que lo que ha sucedido viene de Dios, que lo que está pasando es un nuevo nacimiento. Algo ha muerto, algo está naciendo. Nace una nueva vida, una nueva era, porque el Señor ha resucitado, ya no es esclavo de la muerte.

He aquí, pues, el cambio de sentido: si antes las mujeres iban camino del sepulcro, ahora dejan atrás el sepulcro y vuelven a la vida. Si antes toda la humanidad, junto con las mujeres, iba camino de la muerte, ahora es todo lo contrario: desde allí, desde la muerte vencida, la humanidad vuelve a emprender el camino de la vida.

Si antes toda la humanidad, junto con las mujeres, iba camino de la muerte, ahora es todo lo contrario: desde allí, desde la muerte vencida, la humanidad vuelve a emprender el camino de la vida

Sin embargo, el Evangelio también indica una condición, un pasaje que hace posible este nuevo nacimiento. Y la condición es la que dijo el ángel a las mujeres: "Venid, mirad el lugar donde fue puesto" (Mt 28, 6). En otras palabras, se trata de permanecer, sin huir, en el lugar de la muerte, en el lugar del fracaso, de la imposibilidad de la vida. Más aún, se trata de hacer lo que el ángel le pide a las mujeres, que es mirar sobre esa nada, sobre esa tumba vacía, mirar bien, para entrar en ese abismo que decreta el fracaso de la vida, de la Promesa de Dios: "Venid, mirad el lugar donde fue puesto" (Mt 28, 6).

En efecto, solo allí se puede volver a escuchar la promesa, solo desde allí se puede creer en un nuevo comienzo. Sólo después de haber tomado conciencia del pecado y de la muerte, se puede experimentar el perdón y la salvación, y se puede realmente recomenzar con una nueva alegría en el corazón y con una nueva palabra en los labios: "Vayan corriendo y decid a sus discípulos: Él ha resucitado de entre los muertos, y ahora va delante de vosotros a Galilea; allí le veréis. He aquí, os lo he dicho" (Mt 28,7).

Y así se produce el encuentro con el Señor resucitado, del que quisiera subrayar sólo dos elementos.

El primero es que el encuentro no se produce en el sepulcro, sino en el camino, cuando las mujeres ya han comenzado a creer en la palabra del ángel y han invertido el rumbo de su camino. Para quien sale del sepulcro, cree en la victoria sobre la muerte y se pone en camino, aunque con miedo, sin haberlo comprendido todavía todo, con un mínimo de fe, se produce el encuentro con el Señor y se desencadena un dinamismo de anuncios, de miradas nuevas. Un anuncio capaz de abrirnos los ojos para volver a ver la presencia viva de Cristo en nuestra vida cotidiana, a nuestro lado.

Es en la Iglesia de hoy donde resuenan todavía las palabras del ángel: "¡No tengáis miedo!... Sé que buscáis a Jesús, el crucificado. No está aquí. Ha resucitado …. He aquí, os lo he dicho" (Mt 28, 5.7). Es tarea de la Iglesia suscitar ese nuevo dinamismo de vida, que del ángel llega a las mujeres, de las mujeres a los discípulos, y de ellos al mundo entero. Es lo único que la Iglesia está llamada a realizar y para lo que existe, para proclamar que Cristo ha resucitado, es el Kyrios. Todo lo demás es un plus y puede que ni siquiera exista: "Mirad, os lo he dicho" (Mt 28,7). Quizá tampoco nosotros, como las mujeres, lo entendamos todo. Tal vez como los discípulos, también nosotros estemos inseguros y dudemos hasta el final (cf. Mt 28,17), con sólo un ápice de fe. Pero no se nos pide que seamos perfectos, sino que aceptemos dar la vuelta, salir de nuestras tumbas y no rendirnos ante nuestras pequeñas y grandes muertes.

 

El segundo elemento es la sorprendente normalidad de este encuentro: una vez más, la belleza de la nueva vida no está en los grandes signos o acontecimientos, en los efectos especiales, sino en la humilde sencillez de un encuentro, en la alegría de las palabras dadas y recibidas, en el horizonte que se abre a la responsabilidad de llevar también a otros, nuestros hermanos y hermanas, al encuentro con el Señor de la Vida.

Que nuestra Iglesia, pues, la Iglesia de Jerusalén, que fue la primera en recibir este maravilloso anuncio, no busque al Vivo entre los muertos (cf. Lc 24,5), entre los que han perdido la esperanza y permanecen encerrados en sus tumbas. Desde este lugar, en cambio, desde la tumba vacía de Cristo, llega todavía hoy al mundo entero esta buena noticia: "Él no está aquí. ha resucitado, como dijo" (Mt. 28,6).

 

¡Resucitó Cristo, mi amor y mi esperanza!

 

Fray Alfredo Quintero Campoy  

 

Jesucristo resucitado se une como Dios y hombre verdadero a su Padre eterno y a sus hermanos los hombres. ¡Gran misterio de amor!

Este misterio de amor se comunica en su espíritu que nos da vida. Solo el espíritu nos da vida, la carne para nada aprovecha.

Superar la tristeza de la muerte de Jesús, viéndolo frágil en el camino de la Cruz, no era fácil para sus seguidores admitir ese paso a la liberación, a la pascua.

Toda tristeza, todo dolor, toda injusticia, toda vanidad se supera desde esa fe que nos fecunda de vida en el espíritu de Jesús que mora en nosotros.

 

Resucitado

 

Por eso la insistencia de Jesús a saber y poder amar.

Abramos nuestras inteligencias a esa sabiduría del amor que conduzca nuestras voluntades en gestos, acciones y sentimientos que nos permitan renovarnos en ese amor de comunión con nuestros seres cercanos: la familia; los amigos; los indigentes; los enemigos.

¿Por qué ese amor ? Porque sólo el amor da vida. Se une la esencia de nuestra existencia en profundidad para hacer exultar ese gozo alegre que solo el amor puede hacer experimentar.

Así son las palabras a María Magdalena: ¿Mujer, por qué lloras? ¡No está aquí, ha resucitado!

María Magdalena ha sentido en profundidad el paso de Jesús por su vida, ha sido tocada por la bondad del Maestro; El la ha liberado de engaños y falsedades para poder caminar en la verdad que la ha hecho libre.

Ella no quiere volver con ninguna persona que no sea Jesús, quien es camino, verdad y vida.

 

Resurrección

 

Ha descubierto que solo Jesús la llena y la hace feliz. El es el sentido de su vivir cotidiano, sin Jesús para ella todo pierde sentido porque ha descubierto en El la vida plena y verdadera.

Le ha enseñado a disfrutar cada momento, por eso si esperanza es Jesús y, saber y sentirlo que está vivo por encima de la muerte sufrida en la cruz le da aún más razón a su esperanza que se dilata en eternidad, esa una mirada de amor en Jesús que le hace trascender en esperanza exultante porque quiere estar siempre con Él.

Ella ha descubierto a Jesús en esa primer mirada que Jesús tuvo hacía ella.

María Magdalena nos enseña a estar en perseverancia con Jesús en todo momento: en la vida diaria, en la contradicción del viacrucis, en la crucifixión, muerte y sepultura.

Solo el amor sabe estar siempre en toda circunstancia del amado y a donde mueve el amor para estar.

Que la resurrección de Jesús traiga ese desbordamiento de amor a esta humanidad actual para descubrir, cómo maría Magda, lo que da pleno sentido de felicidad y trascendencia a nuestra existencia.

Cristo vive y muchos aún no lo saben

 

 

  Alejandro Fernández Barrajón

 

 Estamos de Pascua. Estamos de paso. Celebrar este momento es descubrir que nada puede permanecer inamovible, que tenemos vocación de vida, de eternidad.

Componiendo este misterio que es la vida siempre nos falta una pieza. ¡Cómo completar este puzzle de la vida si nos amenaza la muerte?

 

1.-La resurrección de Jesús es la clave de bóveda de la catedral de la vida

 -Si Cristo no hubiera resucitado, vana sería nuestra fe, seríamos los más necios de todos los hombres.

-Pero Él vive, sentimos la fuerza transformadora de su presencia, y este acontecimiento llena de luz y de sentido todos los pasos de nuestra existencia.

-La humanidad caminaba perdida y ha encontrado una senda.

-Se nos echaba encima la noche del sinsentido y nos ha visitado el sol que nace de lo alto. 

-Una explosión de luz, de primavera, de esperanza, inunda a toda la iglesia.

 

2.- Somos una iglesia universal, es la fiesta de la humanidad redimida

-El grito de alegría, ¡aleluya!, resuena en este instante con igual fuerza en todas las comunidades cristianas, en las grandes catedrales góticas y en las humildes chozas africanas; en el corazón de las grandes urbes y en el interior de las selvas donde los misioneros se empeñan por erradicar el hambre, la enfermedad y la incultura.

-Hoy resuena con la misma fuerza el grito de la esperanza en la catedral de San Patricio de Nueva York y en las favelas de Río de Janeiro.

-El Señor ha vencido a la muerte y nos ha hecho portadores de vida. La Buena Noticia no es sólo para los que viven bien, es sobre todo para los que sobreviven.

 

3.- Celebrar la resurrección del Señor significa mira con ojos de fe y asumir la realidad que nos rodea con amor y pasión.

-Es el momento de recuperar nuestro orgullo de hombres y mujeres creyentes. Porque si es verdad que habita en nosotros el pecado –todos somos pecadores- hoy desborda en nosotros la gracia.

- ¿De qué nos sirve un Cristo resucitado si tenemos un corazón moribundo?

- ¿De qué nos sirve un Cristo vivo si apostamos por una cultura de muerte?

- ¿De qué nos sirve un Cristo triunfante si no vamos a hacer nada para que los niños del tercer mundo no sigan muriendo famélicos?

 

4.- Resucitar con Cristo quiere decir:

Renovar hoy el amor de los esposos, creciendo en entrega y fidelidad.

Suscitar el diálogo y la entrega en el seno de las familias.

Educar a los niños en los valores del evangelio y en las buenas costumbres que hemos recibido de nuestros mayores.

Recordar el compromiso de amor y la deuda de cariño que tenemos con nuestros mayores.

Apostar por una cultura de vida: sin racismos, intolerancias o fanatismos.

Apoyar los movimientos que contribuyen a crear lazos de solidaridad entre los pueblos: justicia y Paz, Cáritas…

Amar y cuidar la naturaleza, como don precioso que es, respetando los árboles, los ríos, el aire que respiramos...

Sostener la inmensa y callada labor de los misioneros que trabajan en la vanguardia de la iglesia, al pie de los que sufren, rodeados de peligros y carencias, a pesar de las campañas difamatorias e interesadas que de vez en cuando algunos periódicos difunden por oscuros intereses.

Sentirnos todos unos pueblos de Dios, en camino, comprometidos con nuestra iglesia, valorando los sacramentos como lugar de la presencia de Dios, sintiéndonos activos en la comunidad y no simples consumidores de culto.

En definitiva, es ver la vida con otros ojos, con otra mentalidad, sin caer en la trampa del individualismo, de ir cada uno a nuestros asuntos, como si sólo existiera nuestro mundo.

 

5.- Con la Magdalena-una mujer-  hemos encontrado el sepulcro vacío.

Para algunos el acontecimiento es intranscendente. “Habrán robado el cuerpo”, decían los judíos.

Como si la existencia de Dios viniera a robarnos la libertad humana o pusiera límite a nuestras aspiraciones.

¡Dios ha muerto! Decía Nietzsche, la ciencia lo ha matado. Pero quien realmente ha muerto ha sido Nietzsche y Dios sigue vivo en la confesión y en la vivencia de millones de creyentes.

-Mirad cómo lo dice un himno de la liturgia de las horas:

Quien diga que Dios ha muerto que salga a la luz y vea

Si el mundo es o no tarea de un Dios que sigue despierto.

Ya no es su sitio el desierto ni en la montaña se esconde,

Decid, si preguntan dónde, que Dios está sin mortaja

En donde un hombre trabaja y un corazón le responde.

-No podemos dejar que sean enjauladas las voces proféticas que nos recuerdan los valores auténticos de la vida.

-Centenares de mártires de ayer y de hoy siguen siendo un compromiso permanente por la verdad y la justicia.

-Hay intentos actuales por amordazar a la iglesia, por desprestigiarla desde situaciones y pecados particulares, por acallar su voz profética, pero está avalada por la fuerza del Espíritu de Jesús resucitado que la sostiene y camina con ella.

-Es verdad que hay pecado en la iglesia –Es nuestro propio pecado, el de cada uno de nosotros. Donde hay hombres hay pecado-. Pero también está su deseo profundo de seguir a Jesús, de ser buena nueva para los pobres, de trabajar incansable por la dignidad del ser humano como imagen de Dios. Ahí están los más de 15.000 misioneros españoles para gritarlo.

 

6.- Hoy la iglesia quiere ser palabra y gesto del resucitado. Sin aires de grandeza, con sencillez, al estilo de Cristo.

Pero sin complejos, su voz, la voz de los creyentes, tiene que dejarse oír en todos los foros de la sociedad y de la vida.

 

7.-El Cristo resucitado estás fraguando un futuro nuevo para cada persona y para la humanidad en su conjunto.

-Nuestra historia, la humanidad entera, ha saboreado con demasiada frecuencia el vinagre del dolor, del sufrimiento, de la injusticia, de la guerra.

-¡Cuánto dolor abierto en el costado de la humanidad¡

-¡Cuánta tristeza y soledad en el corazón del hombre moderno  a pesar de su saber y de su técnica¡

- ¿Adónde iremos? ¿Quién, si no tú, ¿Señor de la vida, ¿Cristo de la luz, tiene palabra de vida eterna?

Es tiempo de gloria, de gracia, de luz. No desaprovechemos la ternura divina que pasa por nuestra puerta. Descubramos a Jesús presente y cercano en medio de nuestra comunidad. ¡Feliz pascua ¡

 

Y a Cristo, el Señor resucitado, la gloria, el honor y el poder por los siglos de los siglos. 

 

Con el cierzo que azota la colina

murió el romero, flor de la ladera;

clavado en cruz, desesperado, espera

el milagro de luz que se avecina.

La rama, por el hielo mortecina,

enamorada de la primavera,

ahogada en el dolor de su ceguera,

añora un rayo de savia divina.

Así mis manos, de orgullo sangrantes,

se encallecieron para la oración

y ya no aman como amaron antes.

Así los ojos de mi corazón,

yertos de invierno, sueñan apremiantes

con un destello de resurrección.

Para acabar:

Mi felicitación pascual a todos, amigos. ¡Feliz Pascua!