"Mi marido me acercó a Dios"

 

 

 

Karmele es actualmente una de las coordinadoras de los Grupos de Jesús, de nuestra parroquia. Nació en una familia cristiana, donde descubrió y vivió gozosamente su fe.  Al llegar a la universidad se alejó de Dios y de la Iglesia. La enfermedad y la muerte de su marido le acercaron de nuevo a Dios y a la fe. Ella nos deja su testimonio.

 

Soy Karmele, tengo 66 años y estoy jubilada. Crecí en una familia numerosa, somos 7 hermanos, y mis padres nos transmitieron la fe y nos educaron con valores cristianos. Nos dieron ejemplo con una vida entregada a los hijos y perdonando y ayudando a los demás.

 

No tuve muchas crisis de fe, pero al llegar a la universidad, pasé unos años alejada de la Iglesia y de Dios.

 

Al empezar a trabajar tuve la gran suerte de enamorarme de un compañero inmejorable y al año siguiente nos casamos. Tuvimos una hija y un hijo estupendos. He sido muy feliz los 37 años de matrimonio y tengo que dar muchas gracias a Dios por todo.

Hace casi 5 años a mi marido le detectaron un tumor cerebral, le operaron, le dieron quimioterapia y radioterapia, pero al año murió.

 

Tengo que decir que durante su enfermedad, Dios me ayudó muchísimo, Él me daba fortaleza y esperanza cada día.

Pero la gran prueba fue cuando murió. Acostumbrada a ir a todas partes con él y a contar con su ayuda para todo y en todo momento, mi vida cambió de forma radical. Tuve el apoyo de mis hijos, mis hermanos, la familia, los amigos, pero fue Dios quien me dio paz y serenidad para superar esa gran pérdida.

 

Haciendo balance de mi vida, me di cuenta de que tenía que dar muchas gracias a Dios por haber recibido tanto cariño y tanta dedicación, primero de mis padres y después de mi marido. Ahora necesitaba darme a los demás. Disponía de tiempo porque los hijos eran mayores y estaba jubilada.

 

En una misa en El Corpus vi un anuncio de los Grupos de Jesús, me sedujo la idea, entré en la sacristía, hablé con Javier y me apunté. Llevo más de dos años en un grupo de seguidores de Jesús y la verdad es que el compartir las vivencias y las dudas de cada uno, me ha ayudado mucho a conocer más a Jesús, a dedicar más tiempo a la oración, a afianzar mi fe y a vivir de forma más comprometida con El Reino de Dios.

 

En otra misa pidieron voluntarios para dar clases de apoyo de Inglés y Lengua. Me pareció una buena labor, entré en la sacristía y di mi nombre. Fue una experiencia muy positiva durante un curso y medio pero llegaron los nietos y me pareció que tenía que darles prioridad. Los nietos, por otra parte, han sido una gran fuente de alegría, una bendición de Dios.

 

En mi parroquia ya me había apuntado a otras actividades y empecé a visitar en residencias a personas que necesitaban compañía. Es una de las ocupaciones que más satisfacciones me aporta. Mi marido decía que el mejor regalo que puedes hacerle a alguien es dedicarle tu tiempo. 

 

El Corpus no es mi parroquia, pero en todo este tiempo me he sentido muy bien acogida. He aprendido a leer Los Evangelios, a participar de forma más activa y asidua en la Eucaristía y a sentirme hija de Dios, Padre Bueno y Misericordioso, que nos ama a todos, nos ayuda y nos perdona. El siempre está ahí esperándonos para recibirnos con los brazos abiertos.